Sería de locos obviar en nuestro país estos dos términos, tan arraigados, tan unidos y tan necesarios.
Si ponemos en perspectiva económica los términos EMPRESA y FAMILIA, supone para nuestro país que casi el 89% de empresas, son familiares, y generan el 66,7% de empleo que alcanza el 57,1% de P.I.B., y díganme ustedes si esta no es importante “con la que está cayendo”.
Pues bien, siendo las Empresas Familiares el principal motor de la economía de un país, existen reglas y compromisos entre empresa y familia que no pueden dejarse al libre albedrío, y no en balde, en los últimos tiempos, los despachos profesionales estamos encontrándonos en que estas, cada vez con más reticencias y cautelas, buscan normativizar esas relaciones familia-empresa, y de aquí, el auge de los PROTOCOLOS FAMILIARES.
¿Qué son los Protocolos Familiares?
Si indagamos al respecto, nos encontramos una definición en el art. 2 del Real Decreto 171/2007, e 9 de febrero, por el que se regula la publicidad de los protocolos familiares, que señala “se entiende por protocolo familiar aquel conjunto de pactos suscritos por los socios entre sí o con terceros con los que guardan vínculos familiares que afectan una sociedad no cotizada, en la que tengan un interés común en orden a lograr un modelo de comunicación y consenso en la toma de decisiones para regular las relaciones entre familia, propiedad y empresa que afectan a la entidad.”
La definición genérica no da a conocer el arduo trabajo que conlleva normativizar las relaciones económico-familiares en estas empresas, donde “poner negro sobre blanco” supone arrancar de la esfera empresarial cuestiones que incrustamos en la esfera familiar, y viceversa, pero evidentemente, hay un fin último y soberano, que es el mantenimiento de la empresa por encima de las pasadas, presentes y futuras relaciones familiares.
No debemos olvidar que, el contenido propio del Protocolo Familiar, per se, no tendría mucho recorrido si, acto seguido de haberse aceptado y firmado, no lo colmáramos con algunas actuaciones jurídicas complementarias (ya sean personales o corporativos) que se convierten en vitales para la subsistencia propia del pacto, como pueden ser testamentos o modificaciones estatutarias.
La clave del éxito de cualquier protocolo de este tipo se basa en la unidad, el compromiso y la comunicación de la Familia, adquiriendo gran relevancia el proceso hasta llegar al acuerdo.
En todo caso, debemos recordar que los Protocolos Familiares no aseguran el éxito, pero desde luego, contribuyen a crear la estructura necesaria para conseguirlo.
Sergio Carpio
BK VALORA ETL Global